jueves, 30 de junio de 2016

Ante Delincuentes:

Hoy tuve que perseguir a un criminal durante 11 cuadras.

Después de Misa, e incluso del momento posterior, una señora me indica que quedó escondido un hombre.

Me costó divisarlo... estaban todas las luces apagadas y yo estaba saliendo último. Lo divisé, me acerqué y gentilmente le dije: "ya estamos cerrando, ¿sabe?".

Yo soy cofrade nomás; no soy capellán (aunque el capellán y los curas son mis amigos) ni nada pero le hice frente ante su negativa. Empezó a gritar... se descontroló, y mientras yo llamaba a la policía me golpeó. Muy cobardemente, la espalda.

Lo perseguí, 11 largas cuadras. Cada tanto se me acercaba, me agredía, y hasta rompió una botella. Venía corriendo como desbordado como para pegarme... jamás titubeé, ni por un segundo.

Recién a las 11 cuadras vino la policía: está allí. Quedó demorado, y quizás no vuelva a repetirse. Quizás sí... quizás vuelva a agredir a alguien. O a gritar en una Iglesia. No me importa... yo actué.

Yo perseveré, como un perro de caza, pues en ese momento ese era mi justo deber. Claro que yo, tú o quién sea preferimos estar en la casa. Comiendo, viendo televisión. Pero ese camino es el del egoísmo.

El de creerse implícitamente mejor que la persona que deba sufrir después lo mismo. Quizás vuelva a agredir, gritar, golpear... lo repito. Pero es nuestro deber ayudarnos entre todos. No dejarle "al próximo" nada. ¿Con qué derecho? ¿Con cuál superioridad?

El ideal de mejor sociedad
está en juego a diario
y requiere todo.

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